¿Conoce el reloj de las plantas de Carl Von Linné?
Este médico y botánico sueco del siglo XVIII tuvo la idea de construir un reloj compuesto únicamente por determinadas variedades de flores. Se dio cuenta de que estas variedades sólo se abrían y cerraban a determinadas horas del día.
Así se podía saber la hora mirando qué flores estaban abiertas.
Las flores no son las únicas cosas que se orientan por la luz.
Por la noche, el cuerpo necesita descansar para regenerar algunas de sus funciones.
El seguimiento de las estaciones no sólo se basa en la temperatura, sino también en la duración de la luz. Un árbol constantemente iluminado reaccionará como si la luz del día fuera permanente:
La aparición precoz de las hojas (que corren el riesgo de congelarse) no beneficiará a las orugas, que se alimentan de hojas jóvenes y tiernas que no se comerán los pájaros.
La luz altera la percepción de la alternancia día/noche e inhibe el letargo de las plantas, lo que les permite sobrevivir a la llegada del invierno.
En Nueva York, la caída de las hojas se retrasa un mes.
Un reciente estudio chino ha puesto de relieve un efecto inesperado de la iluminación continua de los árboles urbanos.
La luz artificial nocturna influye en las propiedades nutritivas y defensivas de las plantas, lo que a su vez influye en las condiciones de vida de los insectos herbívoros y los depredadores que dependen de ellas.
Según los investigadores, la luz urbana nocturna alarga la fotosíntesis y modifica la estructura y composición de las hojas de los árboles.
Midieron su tamaño, rigidez, contenido de agua, nutrientes y taninos. Las hojas que crecen en condiciones de luz casi permanente desarrollan más fibras y taninos, lo que aumenta su resistencia y las hace más difíciles de mordisquear por los insectos.
Esto tendrá un efecto dominó en los ecosistemas urbanos: al modificar estas características, los halos artificiales de luz de las farolas pueden privar a los insectos herbívoros de su alimento.